Los padres y las madres somos débiles a la hora de educar a nuestros hijos. Hay muchas razones para ello.
Puedes infinitamente querer y no aguantar ni un segundo más su comportamiento. Las emociones de amor y odio están muy cercas una de otra. Es tu culpa si te dejas llevar por ellas. No te permiten tomar la decisión adecuada. No te permiten tener la paciencia para tomar la mejor decisión en cada momento.
Una y otra vez hay que repetir los mismos mensajes.
Recoge tu cuarto.
Levanta eso del suelo.
Haz tus deberes.
Limpiate los dientes.
No basta con decirlo una vez. Hay que repetirlo en ocasiones 3-5 veces hasta que te hacen caso. Te cansas. Tienes ganas de rendirte. La diferencia la marca seguir adelante. No rendirte. Tener la paciencia durante años hasta que ya siendo mayores se den cuenta lo que has hecho por ellos. No puedes fallarles aquí.
Abandonar la disciplina al final es un foco en el corto plazo. Tomar la decisión equivocada de dejar al peque jugar una hora más con el tablet en vez de dedicarle tú tiempo en familia. Siempre tiene que ver con prioridades equivocadas a corto plazo que a largo plazo nos pasan factura.
El tiempo pasa demasiado rápido. Quiero ser un buen padre para mis hijos aunque en ocasiones me cueste. Tengo que luchar cada día. Tengo que combatir todos los días mi propia pereza para no seguir por el camino sencillo. No siempre lo consigo. Quiero ser justo con ellos aunque en pocas ocasiones lo perciban de esa forma siendo todavía pequeños. Seguiré adelante. Se lo debo a ellos.