Con las tareas pasa algo muy parecido a veces. Algunas nunca se quieren acabar. Por mucho que las hayas tachado de tu lista acaban volviendo.
Veamos lo que se puede hacer.
Antes de ir al grano hay que entender una cosa. Las 3 fases tarea por llamarlo de alguna forma son aparición, registro y seguimiento.
Quieres contratar una línea de móvil nueva con un operador que acaba de lanzar una promoción. Los has visto pasando por una tienda, entras y preguntas. Resulta que necesitan tu DNI que no llevas encima. No pasa nada porque la encargada de la tienda te da su mail para que se lo envíes.
Si eres como yo la memoria a veces te falla. Por lo tanto nada más salir de la tienda te autoenvías un mail desde tu móvil para tenerlo como recordatorio la próxima vez que estés delante de tu ordenador, tablet o portátil.
Una tarea tan pequeña es recomendable realizarla en el momento. Casi no merece la pena añadirla a la lista de tarea. Aun así lo haría por temas de motivación que sin duda es importante en temas de productividad (aunque al final pesa más la disciplina).
Pasan 2 semanas y pasas otra vez de forma accidental por la tienda de móviles. Te acuerdas que tras enviar el mail nunca volviste a escuchar nada de ellos. Cómo la tarea estaba tachada tampoco te acordaste de preguntar. Diste por hecho que las cosas iban a seguir su ritmo. Entras en la tienda para repetir el proceso. Esta vez añades un punto más a tu lista de tareas. “Confirmar que el mail haya llegado” y “Recoger la nueva línea de móvil en la tienda”.
Con estas 2 tareas de seguimiento te aseguras que las cosas se hagan. Cuando trabajas en equipos es todavía más importante. Al final el responsable siempre tiene que ser el propietario de la tarea. Que haya personas involucradas que tengan que aportar (en este caso la tienda de móviles) no es excusa suficiente si no hubo seguimiento.
Esto es mi “sistema” para evitar los bumeranes. No es perfecto, pero la mayoría de las veces me da buen resultado…
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