La vida de un perfeccionista es agotadora. Siempre estar a la altura de las propias expectativas elevadas a largo plazo nada más te lleva hacia una vía: la depresión.
La vida como imperfeccionista es más relajada. No querer estar a la altura de las supuestas expectativas de terceros que en realidad son las propias te hace vivir una vida más tranquila.
Verás que no pasa nada tener una mancha de agua en la mesa.
Verás que si al final si que tienes un error ortográfico en un texto o mail tampoco se acaba el mundo.
Verás que admitir que no estás a la altura de todo no te hace más débil sino a la larga más fuerte.
Te lo dice un imperfeccionista que hace tiempo ha abandonado la vía que no llevaba a ninguna parte.
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